domingo, 4 de diciembre de 2011

El Purgatorio de nuevo...






Y volví al Purgatorio (que masoquista) al cerro Purgatorio, puedo decir que soy uno de los que va y viene del purgatorio, sin ir ni al cielo ni al infierno
Pero vamos al relato. El Sábado anterior tras una acalorada ascensión, no pudimos hacer cumbre en este cerro, algunos problemas técnicos y otras “yerbas” lo impidieron, pero la montaña me llama (ni que fuera cierto antiguo político) y estaba decidido a visitar su cumbre, esta vez invite a otro amigo montañero, con el cual emprendimos la caminata, una caminata polvorienta, tórrida, a ratos fresca, pero extrañamente gratificante, el amplio bosque de espinos y otros raros arboles no custodiaban mientras entra charla, devorábamos el sendero lentamente, paso a paso, respirando exhalando ese raro aire saturado de oxigeno, de pronto la vista de lejanas y cercanas montañas inundaron nuestros sentidos, el calor el cansancio la sed o el hambre que producía esa ascensión, pasaban a segundo lugar al ver tal belleza de cumbres, algunas aun blanqueadas otras con sus faldas verde oliva, o tras de rocas grises.
Todo iba bien, la mañana fresca, una leve brisa nos acompañaba, en lo alto uno que otro aguilucho cóndor merodeaba su territorio, todo bien, pasamos la primera planicie luego la segunda hasta llegar al primer portezuelo que nos hace cambiar de dirección hacia el norte, para comenzar a subir por el filo tradicional, no obstante, vimos otro sendero por el lado sur del filo que creímos nos evitaría subir los morros que anteceden a la meseta principal. Feo error, en cierta forma no permitió avanzar sin mucho esfuerzo de piernas, pero sin darnos cuenta, bajamos más que subimos, y en un rato de descanso decidimos comenzar a remontar la empinada ladera, eligiendo una quebrada rocosa otrora caída de agua, el esfuerzo se duplico, y sin ser vanidoso, lo disfrute, en realidad siempre disfruto subir la montaña, sin importar el esfuerzo que esto signifique, mientras subo, trato de quemar no solo la grasa corporal, sino también los malos pensamientos, las frustraciones, y esos imposibles que nos agobian cada dia. Mi compañero Mauricio me seguía de cerca, algo agotado y adolorido de una rodilla, eso presagiaba otro final distinto de la excursión, pues también llevaba un polizón en la rodilla derecha, un dolor ínfimo, pero que seria un problema mas adelante.
La quebrada nos llevo a poca distancia de la meseta principal, Mauricio algo agotado llego minutos después, mi obsesión por seguir era tanta que, decidí violar una regla de seguridad muy importante del andinismo, le dije a Mauricio que quería seguir, me pregunto si me esperaba o no, le dije si así lo quería o sino que bajara, se veía muy agotado. Mauricio asintió, nos despedimos y seguí la caminata, hacia la meseta principal, mire hacia mi derecha y vi el verdadero sendero que el sábado anterior había marcado con piedras y me adentre en el eran las 13:00 hrs, aproximadamente, me había fijado un hora de retorno, si no tocaba la cumbre a las tres, daría media vuelta y comenzaría el descenso. La primera parte del sendero subía y bajaba por tenues montículos, hasta que al dar la vuelta a un filo vertical, me encontré con el verdadero problema, una ladera de más de 100 metros, con inclinación de por lo menos 70 grados, tapizada de un ancho y pedregoso acarreo, respire profundo a ratos miraba hacia atrás para ver si mi amigo se había decidido a subir, me sentía solo, cansado, el calor era agobiante, pero lejano y claro podía ver la cumbre del Purgatorio.
El sol estaba en lo alto, y comencé a sentir fatiga, me detuve para hidratarme y comer algo, tome los binoculares y escudriñe los alrededores, se veían geniales las cumbre adyacentes, las laderas verdosas, el valle fértil, ver eso me hacia soslayar el dolor que palpitaba en mi rodilla derecha, luego una mirada hacia la senda recorrida con la esperanza de ver aparecer a mi compañero, pero nada. Me levante rellene la cantimplora y seguí la ascensión, me concentre en buscar el camino que se camuflaba entra las piedras, hasta que sin darme cuenta, lo estaba recorriendo, miraba hacia lo alto de la ladera, manteniendo la vista del último portezuelo que me llevaría a la cumbre, daba un paso, ya las piedras se movían incesante bajo mis pies, era agotador. Pero al fin el portezuelo, desde allí podía ver el camino hacia el cajón del Maipo por el norte y por la subida hecha un gran valle verde, a lo lejos creo que se veía el cerro papagayo, no estoy seguro, no lo he visitado, ojala pueda hacerlo pronto.
Eran las 14:10 horas, tenía tiempo suficiente para intentar la cumbre, el calor era sofocante, por suerte a esa altura siempre hay un brisa constante que pulula por las quebradas.
Estaba a los pies de la ante cumbre, un empinado macizo, que me daría algo de problemas con mi adolorida rodilla. Pero estaba muy cerca para renunciar, di la última mirada hacia el camino recorrido esperando ver a Mauricio, a esa hora, ya había perdido la esperanza, era seguro que había comenzado a bajar.
Comencé a subir, un último esfuerzo, el camino culebrea a medio cerro, la cumbre se esconde y yo la busco y la sigo, piedras y mas piedras, subir y bajar montículos de rocas, mi rodilla duele, pero la montaña me cuida y me alienta, en un momento levanto la mira y la veo, allí un risco plano, con una antena de no se que en su lado norte, saque mi cámara y la puse en modo de video, y grave ese momento, luego toque el plano de la cumbre, el rito tradicional es el abrazo a compañero de ascensión, pero estaba solo, a 2.485 msnm, el viento y el sol en la cara, levanta mis manos con los bastones y grite “cumbre, cumbre”.
Estaba contento, la rodilla descaso, eran las 15: 12 hrs. Debía descansar y relajarme, comer, hidratarme porque me esperaba el descenso. Según las estadísticas el 70% de los accidentes, son de bajada, y hace dos años, lo comprobé con una rodada que fracturo mi muñeca derecha, y magullo mi hombro, me alejo muchos meses de la montaña y cambio mi percepción de la seguridad de las bajadas, ahora me enfrentaría a un descenso en solitario, pues mas tarde comprobaría que Mauricio ya había descendido y me llamaba por celular del paradero de buses.
Después de comer, y relajarme, grave una panorámica de lo que se ve desde la cumbre y sus alrededores, mire hacia abajo y vi lo que me esperaba, bueno la experiencia y el entrenamiento nos prepara para esto, así que ordene mi mochila rellene mi cantimplora con agua y me despedí de un cóndor que revoloteaba sobre mi posición.
El descenso fue lento, algo doloroso, en un descanso saque mi botiquín y me tome dos diclofenaco, me puse una rodillera, sin ante frotarme una crema de lertus en la rotula y su contorno, agua, unas almendras y seguí bajando, era una tarde genial, adolorido y cansado pero era genial.
Por suerte de bajada el sendero se veía mas claro, empinado pero más despejado, al salir bajo la meseta principal, mire donde había quedado mi compañero, ya se había marchado, minutos después me llama por teléfono desde el paradero de buses, nos volvimos despedir, y seguí mi solitario camino, rellene por última vez mi cantimplora, y disfrute como niño chico la caminata.
La montaña me regalo su cumbre como una madre le da a su bebe su milagrosa leche, quede en paz.

Participantes
Mauricio Fernandez Cárcamo
Jose Figueroa Sánchez

2 comentarios:

comopiojo69 dijo...

espectacular amigo. al fin encontre su blog. mi nombre es cristian y nos conocimos en el gym pacific. ahora vere los otros relatos y expediciones... saludos

jefs dijo...

Hola Cristian que bueno que te haya gustado, espero que algun dia podamos hacer una excursion con tu grupo....